La semilla de mostaza se convierte en un gran arbusto que cobija a los pájaros, recordando antiguas imágenes del árbol de la vida. Esperábamos un cedro o una secuoya, pero Jesús encuentra el poder de Dios mejor representado en una semilla diminuta y sin importancia. No es la forma en que esperamos que se vea la actividad divina. Sin embargo, el árbol de la vida está aquí, en la cruz alrededor de la cual nos reunimos, el árbol en el que somos injertados mediante el bautismo, la vid verdadera que nos nutre con su fruto en la copa que compartimos. Puede que no parezca tan impresionante, pero mientras nadie mira, crece con un poder que va más allá de nuestra comprensión.
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